NO ES UN LIBRO PARA EL VERANO

Sangre vagabunda
James Ellroy
Ediciones B, 2010
|774 p.|25 €|ISBN:9788466642859|
Traducción: Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté

Se hace llamar ‘perro’, vive recluido en su casa de Los Ángeles, tiene una asistente que se encarga de asear sus manuscritos, consume americanismo y se declara conservador sin complejos, atiende con docilidad sus compromisos promocionales y recibe parabienes por doquier, en 1995 no había manera de conseguir sus obras anteriores a ‘L.A. Confidential’ –‘Sangre en la luna’ lo encontré por casualidad en una librería de viejo en San Sebastián-, hoy tampoco es que sea sencillo pero en las grandes librerías hasta le conocen sin mirar la base de datos, huye de convencionalismos pero destila soberbia y mordacidad, como soberbio y mordaz es su trabajo a pesar, o precisamente por ello, de su declarada paranoia, se llama James Ellroy y es a mi juicio el mejor escritor de novela negra/policíaca/histórica del momento.

‘Sangre vagabunda’ no es un libro para el verano, aunque lo compré hace una semana pensando en el retiro que me impongo en agosto, pero acaba de empezar el mes y ya me he chutado sus más de 700 páginas. ¿Sabía que esto iba a suceder? Por supuesto que sí. Aun así lo hice. Tenía mis cautelas después de que ‘Seis de los grandes’ me fatigara un poco, sobre todo por la agradable resaca que aún me dejó ‘América’, la primera entrega de la trilogía a la que pertenecen las obras mencionadas. Aquel huracán de sensaciones que descubrí en 1996 devastó todas mis impresiones acerca del género negro/policíaco, y me descubrió una nueva y vigorosa forma de contar historias, y la Historia. Con aquel brutal fresco de la degradación humana con los Estados Unidos de comienzos de los últimos sesenta como escenario, Ellroy iniciaba una obra excepcional dividida en tres partes con la que ha marcado un estilo sin parangón en un género literario demasiado permeable a propuestas melifluas y artificiosas.

El chico malo obsesionado con la muerte de su madre encontró en la novela negra del siglo XX las herramientas precisas para dar sentido a su empeño por resolver un caso complejo, que ningún policía era capaz de encauzar. Autodidacta y ermitaño, el chico malo prefirió el buen camino y la literatura como compañera de viaje. Hammett, Chandler, McDonald e incluso Himes oficiaron de guías, pero la experiencia propia fue el motor de un talento que se demostró con creces en novelas poderosas como ‘Réquiem por Brown’, ‘Sangre en la luna’ o ‘La colina de los suicidas’, y que eclosionó hasta alcanzar cumbres insospechadas en los trabajos que componen el conocido como Cuarteto de Los Ángeles: ‘La Dalia Negra’, ‘El gran desierto’, ‘Los Angeles Confidencial’ y ‘Jazz Blanco’. Cuatro novelas con una continuidad argumental que, sin embargo, se nutren de tramas concretas que las hacen independientes, y en las que se incluyen referencias contextuales de sus anteriores obras. Todo ello conforma un corpus uniforme que sirve de preámbulo a la monumental Trilogía Americana, de la que ‘Sangre vagabunda’ constituye un magnífico colofón.

Al igual que ‘América’ y ‘Seis de los grandes’, ésta es una novela compleja en la que mantiene un ese estilo abrupto, directo, casi telegráfico, de oraciones cortas y sencillas cargadas de de expresiones coloquiales que imprime un ritmo vertiginoso a la narración sin que por ello pierda ni un átomo de calidad literaria. Renuncia Ellroy a los recursos de estilo más canónicos, presentando al lector una historia apresurada, cruda, en la que los personajes tienen el control de la acción. Éstos, al igual que los escenarios, son apenas esbozos; Ellroy los describe con un par de trazos imprescindibles y deja que sus actos los definan. Supedita así el análisis a la acción, dejando al lector que saque sus propias conclusiones e imagine las escenas a su antojo.

Esa acción preside toda la narración, planteada en una estructura laberíntica que, sin embargo, no dificulta nunca la comprensión ni coarta el ritmo argumental. Como en las entregas anteriores, un hecho concreto marca el desarrollo de la historia. En este caso es el asalto a un furgón blindado y el robo de millones de dólares y un considerable alijo de esmeraldas. Este suceso se convierte en una especie de agujero negro hacia el que confluyen las diferentes tramas que componen la narración y que en principio plantea como independientes: la desarticulación de los movimientos nacionalistas negros en Los Ángeles, las pretensiones de la mafia por controlar en juego en la República Dominicana, el empeño de los grupos izquierdistas por promover la revolución en los Estados Unidos, defender el régimen cubano y asaltar el poder en los países de Centroamérica, el tráfico de drogas como medio de financiación de las incursiones de la extrema derecha en Cuba, las campañas de descrédito de las organizaciones de derechos humanos y la eliminación de sus líderes, la corrupción en definitiva de todo el sistema que sustenta la democracia norteamericana… Historias que se yuxtaponen en un movimiento perpetuo que solo la muerte, omnipresente, puede detener.

Ellroy ensambla el caos con los engranajes de sus personajes, algunos de los cuales son viejos conocidos del lector y otros irrumpen con fuerzas renovadas en esta ceremonia de la sordidez. Sus criaturas son excrecencias de su propia personalidad forjada de experiencias no siempre recomendables. Expurga así sus obsesiones y demonios íntimos manejando los hilos de su propia existencia en forma de agente del FBI corrupto y de ideología ultraconservadora que se enamora de dos mujeres a la vez, ambas activistas de los movimientos de izquierda, con las que busca una redención que se le resiste; o en la piel de un aspirante a detective privado, tan perspicaz como vulnerable, que mata el tiempo entre drogas, alcohol y la eterna búsqueda de su madre perdida; o como una pareja de policías de Los Ángeles empeñados en resolver el caso del atraco al furgón, tanto por saciar su orgullo como por apropiarse del botín. Personajes ambiguos, esquivos y sorprendentes que transitan entre los sentimientos y la conveniencia en un continuo combate de incierto final. Todos constituyen el universo particular del escritor como las piezas del espejo roto que ha sido su propia existencia, y que pretende recomponer en esta serie de novelas. Entender la obra de Ellroy es un ejercicio de riesgo que revela el lado más vulnerable del ser humano, ése que le conduce a la depravación.

No todos los personajes de Ellroy son de carne y hueso, pues la Historia es uno de ellos, y adquiere un protagonismo tan evidente como sorprendente. Si en ‘América’ era el atentado contra John F. Kennedy y en ‘Seis de los grandes’ lo fueron los asesinatos de su hermano Robert y de Martin Luther King, la acción de ‘Sangre vagabunda’ tiene como decorado de fondo la ascensión y caída de Richard Nixon como presidente de los Estados Unidos. Tengo la impresión de que Ellroy trata a la Historia como chivo expiatorio de su tragedia personal y la incorpora a sus novelas con su aspecto más inquietante. Airea las estancias llenas de inmundicias de una época convulsa en la que todos sus protagonistas se muestran desde su perspectiva más oscura, como individuos cautivos de la maldad. Por las páginas de esta novela deambulan la versiones más abyectas de John Edgard Hoover, conspirador y desalmado; Nixon, borracho y corrupto; Leonard Bernstein, Sal Mineo, Sonny Liston o Natalie Wood, viciosos y volubles –por citar a algunos de los muchísimos personajes célebres con quien ajusta cuentas el autor-; Balaguer o Duvalier, sanguinarios y delirantes; los mafiosos Sam Giancana y Carlos Marcello, de reconocidas cualidades; o Howard Hughes, paranoico y drogadicto; y así un extenso elenco de protagonistas de la Historia que no salen bien parados. Dice Ellroy que sólo incluye en sus novelas a los personajes reales cuando han muerto, y desde luego no es para menos.

‘Sangre vagabunda’ es una novela imprescindible para entender la literatura de género policiaco/negro en su auténtica dimensión, más allá de propuestas demasiado miméticas y convencionales. No es desde luego una lectura cómoda, como no lo es la realidad ni la propia condición humana sobre todo si se considera el matiz especular de su propuesta, pero atesora los ingredientes adecuados para sorprender y cautivar. Tritura el imaginario de la narrativa de género y ofrece un combinado explosivo que contiene altas dosis de verismo y crudeza a una velocidad supersónica sin fatigar al lector. Y el desparpajo con que aborda los acontecimientos históricos, mostrando sus cavernas y a quienes moran en ellas significa toda una lección de sarcasmo que sólo plumas talentosas como la de Ellroy pueden consumar. A pesar de que es la tercera parte de la trilogía, esta novela se puede disfrutar sin haber leído antes sus precedentes ni siquiera algo del autor, pues tiene una unidad argumental perfectamente definida y el propio escritor facilita gentilmente las referencias precisas para comprender determinadas acciones y pasajes. Además, para quien no conozca su obra, ‘Sangre vagabunda’ puede ser un buen acicate para descubrirla con la seguridad de que no habrá arrepentimiento posible.

Insisto que si lo que se busca es liviandad para soportar los rigores del estío es mejor no experimentar esta aventura literaria, a menos claro es que se pretenda disfrutar de la buena literatura, para lo cual no hay estaciones que valgan ni calores que lo impidan.

Antonio Ubero