LaMancha#21, agosto de 2009



Giovanna Rivero
Pese a la ebriedad del dolor, al efecto casi placentero que producían los tranquilizantes en mi ánimo, podía percibir las miradas de los hombres. Las mujeres también me miraban, es cierto, pero en sus pupilas, la lástima adquiría el filo de la sospecha. Los hombres, en cambio –y siempre lo he creído así– oscilaban entre el deseo de protección y el deseo en sí mismo.
Pese a la ebriedad del dolor, al efecto casi placentero que producían los tranquilizantes en mi ánimo, podía percibir las miradas de los hombres. Las mujeres también me miraban, es cierto, pero en sus pupilas, la lástima adquiría el filo de la sospecha. Los hombres, en cambio –y siempre lo he creído así– oscilaban entre el deseo de protección y el deseo en sí mismo.
BARBARITO SE DIVIERTE
Rafael Courtoisie
–¡Se ha vuelto loco Barbarito!– dijo el Che.
Nadie se atrevió a respirar. Un viento verde y profundo cubría la Sierra Maestra. Fidel, no lejos de allí, ya algo miope pero firme, fumaba un puro.
Fidel, impertérrito. El Che, nervioso.
–¡Qué venga de inmediato Barbarito!– rugió Guevara.
GANAS DE PELEA
Nicolás Melini
Estábamos en la cama. Inés dormitaba y le di un pequeño mordisco en el antebrazo, por detrás, donde más duele. Ella protestó y apartó el brazo. Abrió un poco los ojos y me miró con complicidad. Yo disimulé. Si me hubiese dejado llevar… De pronto me había dado cuenta de que me gustaba hacerle daño.
—Tengo ganas de pelea —La golpeé suavemente.
—¿Ah sí?, pues toma —Me devolvió el golpe y se puso a la defensiva.
—Tengo ganas de pelea —La golpeé suavemente.
—¿Ah sí?, pues toma —Me devolvió el golpe y se puso a la defensiva.
NO VOLVERÁ A PASAR, NÚMERO UNO
Juan Carlos Chirinos
#1 golpea iracundo el escritorio y yo dejo caer mi mano asustada sobre el botón de selfjump, interrogo en un segundo mi mente, pido una explicación, aunque sea banal, tal vez digo algo; ¿qué hago yo aquí, coño?; ajusto mi nueva gorra y fijo la imagen de manolito-pelirrojo jugando con sus padres a la orilla de la playa, sus primeras vacaciones; las palabras de Juan llegan sin descanso; hay una música japonesa (pizz.five) que debe hablar de los siete mares, y sube el ritmo de mi entusiasmo y pongo el carro en neutro; casi el viento no me llega, y yo repaso de una buena vez la anécdota guerrillera de este viaje:
UNA HISTORIA CORRIENTE
Ernesto Pérez Zúñiga
Es sábado por la mañana. El anciano entra en un bosque y encuentra un grupo de niños que juegan y, unos árboles más allá, el río. El cauce es estrecho pero la corriente rápida estalla, obedeciendo a la inclinación del terreno, sobre una roca y otra.
UNA IMPOSIBLE HISTORIA DE AMOR ENTRE EL SAPO Y LA HORMIGA
Juan Carlos Méndez Guédez
1
El sapo y la hormiga se tropezaron una tarde.
Puede decirse que se tropezaron en la vaguada más pequeña de la parte norte de la isla Bararida.
Puede decirse que se tropezaron un miércoles 8 de agosto a las cuatro y doce de la tarde.
Puede decirse que se tropezaron en la página 81 de este libro.
No es complicado exponer las varias posibilidades en las que se produjo ese encuentro.
La consecuencia sí pareciera más sencilla. El sapo alargó su lengua y con un pequeño latigazo devoró a la hormiga.
El sapo y la hormiga se tropezaron una tarde.
Puede decirse que se tropezaron en la vaguada más pequeña de la parte norte de la isla Bararida.
Puede decirse que se tropezaron un miércoles 8 de agosto a las cuatro y doce de la tarde.
Puede decirse que se tropezaron en la página 81 de este libro.
No es complicado exponer las varias posibilidades en las que se produjo ese encuentro.
La consecuencia sí pareciera más sencilla. El sapo alargó su lengua y con un pequeño latigazo devoró a la hormiga.
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Sin título, por Nicolás Melini
Cuentonario/7, por Juan Carlos Chirinos
Luz de iceberg, por Ernesto Pérez Zúñiga
Noches de mayo, por Juan Carlos Méndez Guédez