PUES ESO

Nicolás Melini

Anton Solomoukha

Yo, que no creo ser en absoluto un radical, y que difícilmente me dejaría arrastrar a algún sitio por ningún grupo, observo en el televisor a esa gente que se enfrenta a la policía en cada reunión del G-20 y pienso: ¡Pero si tienen razón!

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No, no es ahora cuando este modelo económico neoliberal globalizado ha dado muestras de su naturaleza. Lo único que sucede es que ahora nos ha tocado a nosotros. Simplemente… Cuando nos toca a nosotros, la gente se va al paro o ve disminuido su sueldo (y las arcas del Estado se desangran), pero es que por estas mismas cosas, en otros sitios, la gente se muere de hambre. Es así. En el mundo ha habido desde hace algún tiempo una soez miseria, consentida y provocada, tantas veces, por ese sistema neoliberal globalizado. Acaso era ingenuo pensar que quienes amasan fortunas nos respetarían, que nunca se les ocurriría hincar el diente en el pastel más jugoso, nuestros países. Cómo no. Mientras nos hemos sentido a salvo, y recibiendo las “mieles” de ese modelo económico, no nos ha importado mucho que todo ello pudiera ser a costa de la vida de tantos otros. Hipócritamente, le hemos ido entregando cantidades ridículas de recursos, unas migajas, a aquellos “de los nuestros” que querían poner algún remedio a tanta injusticia, para que limpiasen sus conciencias (y de paso las nuestras), y, sobre todo, nos dejaran en paz; o nos lamentábamos de que no fuera posible subsanar tanta injusticia, a pesar de que sabíamos que, en realidad, egoístamente, no estábamos dispuestos a hacer lo necesario. Me resulta un tanto ridículo que pongamos el grito en el cielo ahora, cuando nos bajan el sueldo o nos vamos al paro, cuando, por estas mismas razones, la gente viene muriéndose de hambre en otros lados: explotación de recursos, explotación laboral de personas, especulación financiera sobre el mercado de materias primas y recursos agrícolas y sobre las economías de tantos países, países enteros empobrecidos a conciencia (tantas veces con la colaboración de sus élites).

En mi opinión, lo más progresista que se puede hacer en este momento es promover la extensión de la democracia al ámbito global del mundo. La economía es global. También ha de serlo la justicia. Las instituciones internacionales que toman tremendas decisiones sobre nuestro futuro, sin que hayamos podido votar a sus gestores, deben ser democratizadas. Es importante que haya leyes que protejan a “los otros” igual que “a nosotros”, y jueces con libertad de acción más allá de las fronteras de los países en los que se encuentran. No es de recibo que nuestras empresas puedan hacer en otros países lo que en los nuestros sería ilegal. No es posible abordar la regulación de un mercado financiero global desde las políticas pequeñas de los distintos países. Hay que establecer acuerdos globales y promover leyes y medidas globales. No debería valer arreglar lo justo para que no nos vuelva a pasar a nosotros. Afortunadamente, tal vez ya no sea posible ni eficaz ocuparnos sólo de nosotros. El mundo tiene que dejar de ser el lejano Oeste de los matones de las finanzas, las multinacionales y aquellos países a los que les conviene que siga siendo el lejano Oeste para seguir moviéndose a sus anchas. Este mundo pre democrático tiene que empezar a ser una democracia en condiciones. Aunque lo más probable es que, tarde o temprano, este mundo deje de ser, sin más, como dejaron de ser otras civilizaciones. Quién sabe lo que venga después.

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Suicida es, sobre todo, esto mismo: escribir, teniendo en cuenta su economía.
Supongo que es normal que en este libro se hable tanto de dinero. Corre el año de 2010.

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¿Por qué creemos que cuestionar el neoliberalismo económico global, o, tan siquiera, describir sus características, supone abrazar la doctrina de Chávez o los Castro? ¿Por qué creemos que capitalismo es igual a democracia y libertades, cuando hay tantas demostraciones de que el capitalismo puede perfectamente desarrollarse en países con Estados totalitarios (o mantener a una gran parte de la población en infames cotas de miseria)?
¿Por qué identificamos tan fuertemente neoliberalismo global y prosperidad, cuando si ese neoliberalismo es global –y salva las fronteras—, en unos países se traduce en desarrollo y en otros en servidumbre e incluso en hambre y muerte? ¿Por qué se mezclan cosas que no tienen nada que ver y se identifican comportamientos propios del mundo económico con comportamientos propios del mundo de la política?

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¿Por qué en vez de tratar de comprender el funcionamiento real del mundo, nos embarramos en los debates triviales y tan ficticios que fomentan los políticos para convencernos de que merecen el poder?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Nicolás:

Sólo comentarte en términos muy amistosos mi absoluta divergencia y mi rechazo total a este texto tuyo. En concreto, las razones que expones en el primer párrafo dándole la razón a grupos violentos, a falanges enardecidas que promueven el caos en sociedades que han elegido la democracia como sistema de vida.
Independientemete de que pueda compartir parte del análisis que realizas, ese primer párrafo me hace recordar épocas muy tristes en la historia de los países, (por ejemplo la historia de España), cuando algunos intelectuales comenzaron a encontrar razonable la violencia que de un extremo y de otro conduciría luego a feroces enfrentamientos.
Lo siento. Prefiero no tener la razón. Es más, se la regalo entera a estas pandillas de niños europeos con camisetas del Che Guevara que no se están enfrentando a ninguna dictadura, pero que juegan a la guerrilla durante unas horas.
Me quedo en la equivocación. Como debo estar casi siempre.


Juan Carlos Méndez Guédez

Anónimo dijo...

Querido Juan Carlos, y qué le puedo hacer yo...
Nicolás