LaMancha#26, enero de 2010







Carlos Salem

No me gusta que el Gato venga a mi casa para tentarme con sus misterios de poca monta. Hace años iba por la redacción pasada la medianoche y ahora se deja caer por el bar de Lola como si no buscara nada y termina hablándome de uno de sus casos de policía encadenado a la noche y, por lo tanto, a los majaras. Los majaras son como los vampiros: funcionan a tope cuando cae el sol. Pero el Gato es un buen policía, es decir un cabrón de cuidado. Sabe que me jode que venga a casa, pero conoce mis gustos. Trae en cada mano una bolsa blanca en la que tintinean, trasparentando el plástico, por lo menos quince tercios de Mahou.
—Pasa —le digo—. Pero estoy harto de hacerte de Isidro Parodi.




LA AGONÍA DEL ÁNGEL
Antonio Tello

A una hora imprecisa del alba, un golpe sordo me despertó. La brisa, que se embolsaba en la cortina con pretensión de bailarina, le daba a las hojas de la ventana esa impronta de falsa quietud que tienen las cosas recién movidas y dejaba en el aire un olor cálido y dulzón que entonces no pude identificar. Quise cerrar los ojos con la intención de volver al sueño, pero una súbita sucesión de imágenes, ideas, fragmentos de conversaciones pasadas y futuras y fugaces escenas de hechos que no coincidían con los recuerdos sino con la realidad de su acontecer, me lo impidió. Quizás es por esto que ahora me condenan, me dije y volví a pensar en el golpe que abrió la ventana. Sordo. Quiero decir un golpe apagado, sin estridencias, casi redondo de tan romo y muelle, cuyo eco parecía morir con una sensación de carne desgarrada.




LEJANOS
Jorge Eduardo Benavides

A Raúl le encanta la nieve, que es una cosa blanca y deliciosa con la que se podrían hacer sorbetes de limón y helados si pudiéramos comerlos siempre. Lamentablemente, Raúl nunca ha visto la nieve en directo, aunque le gustaría, sobre todo en esta época del año cuando cae en Europa y en algunas regiones de España. Durante el invierno la gente usa abrigo porque hace mucho, pero mucho frío, más que en Lima en todo caso, que es una ciudad gris y triste, especialmente desde que la mamá de Raúl viajó a España para trabajar y mandarles dinero a él y a su padre, que trabajaba en la construcción, aunque en los últimos tiempos se queda en casa, tirado en la cama, mirando al techo y sin construir nada.




HIJO

Nicolás Melini




CATRUSIA 1.0

Juan Carlos Chirinos

—Piensa que le bailas al sol.
El sonido de la zapatilla deslizándose por el suelo es tan leve y tan suave que no hay una definición exacta para esa sensación. Continua, puede ser la palabra. Catrusia sonríe segura de sí misma, saltarina. La música fluye; las cadencias marcan la pauta para el grupo. El peligro está en el accidente provocado, en la atinada envidia, en los ojos que siguen atentos el error. Las niñas son todas blancas, haciendo caso omiso al sol que las abrasa; Catrusia se muerde un labio y una cara se frunce. Fundido en negro.




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(Primera imagen de Javier Egea. Homenaje en Granada, 20 de noviembre de 2009), por Ernesto Pérez Zúñiga

Supongo que soy un suicida que se ha propuesto llegar a viejo, por Nicolás Melini

El dador de versos, por Juan Carlos Chirinos

Dioniso nuestro que estás en la tierra, por Juan Carlos Méndez Guédez