LaMancha#23, octubre de 2009


David Hernández de la Fuente
Han compartido ustedes alguna vez su terror existencial con un borracho de la calle? ¿Se han dejado quizá persuadir por su retórica invencible? ¿Han llegado a entrever su círculo infernal de locura? Yo sí que lo hice, una vez, y volví para contárselo.
Han compartido ustedes alguna vez su terror existencial con un borracho de la calle? ¿Se han dejado quizá persuadir por su retórica invencible? ¿Han llegado a entrever su círculo infernal de locura? Yo sí que lo hice, una vez, y volví para contárselo.
UN VIEJO MANUSCRITO
Liliana Lara
Cuando despertó, comprobó que se había quedado dormida en una mecedora de mimbre, pero no recordaba ni dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí. Era algo que solía sucederle desde que tenía uso de razón, por eso odiaba dormir siestas.
SEBASTIÁN
Ernesto Pérez Zúñiga
Hace un año, un viernes por la tarde del mes de marzo, conduje cuarenta kilómetros desde la puerta de mi casa, zigzagueé uno más por el camino de tierra y aparqué el coche junto a un sauce en la pequeña explanada. Poco más abajo, un arroyo separaba la cabaña de la cerca que guardaba las jaulas que guardaban los perros. Alto, delgado, sonriente, sencillo en el vestir y en el gesto, Sebastián subía por el sendero.
LA LUCIÉRNAGA
Juan Carlos Méndez Guédez
Vivía Guarico en lo más alto de las montañas, y un amanecer, desesperada por el frío, emprendió el camino hacia la cueva próxima al volcán donde vivía Maleiwa, el dios con cara de perro, el único ser que conocía el fuego y lo guardaba entre sus pies gigantes y llenos de barro.
VENGANZA
Nicolás Melini
Dije a mi padre que tenía que comentarle algo. Me acompañó a mi habitación. Sentados en mi cama, aguardó mis palabras. “Creo que soy gay”, dije y sonreí. No pude evitarlo, el alivio, la histeria…
TUM, TUM
Juan Carlos Chirinos
No me cuesta nada imaginarte desnuda bajo la regadera, con los ojos cerrados e indefensos. No es el sonido del agua, es tu propio sonido el que se crea al contacto de las gotas con tu piel; ¿pasan tus manos de un lugar a otro, eliminando la espuma del jabón? ¿Cede tu cabello a la suavidad del champú? Se oculta, eso sí lo sé, tu sexo al mínimo contacto con el agua templada, y tus nalgas hace tiempo que son las pulidas lajas de un manantial.
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Alberto, por Ernesto Pérez Zúñiga
Mozart en una mañana de sábado, por Juan Carlos Méndez Guédez
Proyección en el Kursaal, por Nicolás Melini
Cómo perder el ojo derecho, por Juan Carlos Chirinos