LaMancha#30, junio-julio de 2010





Cristina Peri Rossi

-No consigo recordarla –dijo el hombre, con angustia—. No consigo recordar su rostro, ni su cuerpo, ni su voz, esa voz que me gustaba tanto. Tengo el recuerdo mentalde que me agradaba su voz, pero no tengo el sonido. ¿Comprende? ¿Cómo se puede estar enamorado de alguien a quien no se consigue recordar? Sólo hace seis meses que nos hemos separado. (El psicólogo hizo una breve anotación en su bloc que pasó inadvertida para el hombre que no recordaba. Igor Caruso, famoso psicoanalista de los años setenta había escrito un ensayo muy lúcido y desgarrador sobre la separación de los amantes; había observado que los amantes separados no consiguen recordar el rostro de la persona amada.)





Luisgé Martín

Cuando cumplió diecisiete años, los doctores le aconsejaron al marqués Albert Ludovic de la Villiers que hiciera un viaje para curar su melancolía. El muchacho, que tenía el rostro macilento y el cuerpo enflaquecido por la anemia, se pasaba las horas del día y de la noche tendido en la cama. Sólo tenían permiso para entrar en su cámara los mayordomos, que cada mañana le daban friegas en la carne con agua tibia para quitarle los olores, y el cardenal de París, con quien el joven se confesaba de sus pecados. La señora Fabignon, su preceptora, le visitaba también algunas tardes y le leía novelas de aventuras para vivificar con ellas su espíritu y azuzarle a emular las hazañas de sus héroes, pero ni D’Artagnan ni Julian Sorel le remediaban el ensimismamiento y la pesadumbre.





Fernando Iwasaki

ABELARDO LINARES arrellanó su enteca humanidad frente a un ordenador donde parpadeaba fosforescente un mensaje turbador: «La flota invasora se acerca. Presione intro para destruir la Tierra». Después de someter imperios, conquistar el Nuevo Mundo y desembarcar en Normandía, a nadie le sorprendió que Abelardo explorara el espacio en busca de emociones más fuertes. “Hay que ver lo listos que son los puñeteros marcianos”, se lamentaba sonriendo.





Andrés Neuman

El lunes sueña con la cita. El martes se entusiasma pensando en que se acerca. El miércoles empieza el nerviosismo.




CUENTO DE LAS BALAS

Ernesto Pérez Zúñiga

Había tres hermanos en una de las ciudades del sur, hijos de familias que cruzaban la vieja aristocracia con una burguesía triunfante, implicada en la sociedad. El más joven de ellos, al que yo le debo el nombre, tenía veinte años en 1936. Pertenecía a la Falange y estaba preso en ideales de reforma y acción. Se unió de inmediato a la rebelión de uno de las espadas del Gobierno, el traidor Francisco Franco, e intentó levantar la ciudad en zona firmemente republicana.




EL AMOR DEL GIBÓN Y EL PERRO LANUDO

Juan Carlos Méndez Guédez

El Perro lanudo y el Gibón se disputan las atenciones de la bella mujer morena que los cuida en un jardín de la zona norte de Bararida.
El Perro lanudo canta arias de Puccini y la mujer ríe.
El Gibón interpreta en su violín el concierto para Violín No. 5 en A mayor K. 219 de Mozart y la mujer se muestra exultante.




MARCIAL

Nicolás Melini

Tiene una amiga que siempre dice que hay que ver las cosas que le pasan. Porque, según ella, a él le pasan siempre unas cosas… Y eso que todavía no le ha contado lo de cuando hizo la mili. Que tú hiciste la mili, diría ella con su lindo acento peruano. Pero cómo, ¿no objetaste? Cómo es que no objetaste. A quién se le ocurre.




RELATO DE DRAGÓN

Juan Carlos Chirinos

El animal subió a la roca y gimió: imitó el llamado materno del jabalí, con la esperanza de que alguno, pequeño y tierno, creyera que su madre andaba buscándolo, antes de la cena, para lamerle la pelambre que ya estaría llena de tierra. Así son los días de los jabalíes adolescentes, un sin parar de juegos y carreras por toda la sabana, por el bosque umbroso y las lagunas plenas de fango pegajoso.




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Re-Percusión, por Ernesto Pérez Zúñiga

Un diario, una fantasía, por Nicolás Melini

Humor cosmopolita, por Juan Carlos Chirinos

Se ha extraviado identidad, por Juan Carlos Méndez Guédez