LaMancha#27, febrero de 2010








Ednodio Quintero


El sol se hundía en las lejanísimas montañas coronadas de nieve, veteadas en los flancos por líneas verdosas, rayadas de carbón. Yo avanzaba a través de un sendero pedregoso dejando a mis espaldas un rastro de sangre. Me detenía el tiempo justo para respirar y luego reanudaba mi implacable marcha pues no quería que la noche me sorprendiera a descampado. Abrigadas en las sombras, las fieras o las aves de rapiña me acosarían sin piedad, y en aquel estado de indefensión, ¿qué resistencia les iba a ofrecer? Moverme me causaba daño, ya que, prácticamente, ninguna región de mi cuerpo había escapado al castigo. A decir verdad, mis heridas no eran de muerte, pero este hecho no me consolaba. ¿Qué ventaja se derivaba de aquella circunstancia? Morir no era mi mayor preocupación. Ya habría tiempo para ocuparse del trance final.




TRES MICRORRELATOS

Silvia García


Carta de amor
Queridos pescaditos: Cierto es que me he convertido en un hombre extraordinario, pero yo no quería nada de esto. Yo quería pescar. Imaginaba, preciados pescaditos, que pasaba los días con las redes, en la perfecta soledad del agua y el cielo, sin mayores pensamientos que los que entran en mi serena cabeza. Imaginaba que volvía a casa, una pequeña choza cercana al mar, con mis tres merluzas diarias, algún calamar distraído, alguna langosta de tanto en tanto, y mi mujer prepararía las zanahorias y lechugas de la huerta, y pasaríamos los años en venturosa humildad. En mis ratos de ocio me sentaría sobre una roca lisa a escribir las hazañas de un héroe maravilloso, capaz de arriesgar la vida entre prodigios y catástrofes, capaz de internarse en los países más lejanos.




EL CÍRCULO DEL PÉNDULO LUMINOSO

Israel Centeno


Germand sintió un reloj de arena volcarse dentro de su pecho, soplaba el Mistral, su caja torácica se crispaba. Él y el viento cónsonos, persistentes, ásperos. Los Cristales hacían añicos la luminosidad mediterránea, fragmentos de luz sucia, ojos glaucos cubiertos por el ala de un murciélago. Germand Verne era un hombre de negocios. Le gustaba precisar que era un empresario en el ramo del turismo. Tenía un hotel, varias pensiones, un pequeño casino y una casa de veraneo que ha servido como locación de exitosas películas pornográficas. Reconoce en su genealogía a una estirpe de piratas y aventureros corsos que incidieron anónimos y modestos en la historia del Mediterráneo.




LA PRISIONERA

Carlos Franz


Boris Mamani cruzó el antejardín de la comisaría. Siempre lo alegraba la voluntad que emanaba de ella: el alba inocencia de las piedras encaladas, ordenadas en filas, y el mástil en cuyo tope flameaba la bandera tricolor, incrustada en el cielo azul incandescente. Este nuevo edificio del retén había sido una de las obras principales de su alcaldía. Y él lo visitaba como quien frecuenta la casa de sus hijos, sin querer entrometerse y, a la vez, incapaz de desentenderse de su destino. El carabinero de guardia se asomó en la estrecha garita del centinela y se llevó la mano a la visera, saludándolo respetuosamente. O quizá sólo lo hacía para respirar un poco: la amplia mancha de sudor bajo su axila quedaba a la vista.



SUSPENSO

Nicolás Melini

Apareció en la curva, como si hubiese salido del mismo barranco (de allí abajo o de allá arriba), entre las piteras, aunque en realidad venía simplemente de su casa. Alcanzó el lugar por donde tomar la cuesta empinada —entre los quitamiedos de cemento y cal, blancos— y empezó a bajar con el freno de los cuádriceps bien tensos y entrenados por la costumbre, echado el cuerpo hacia atrás para contrarrestar el desequilibrio de tremenda pendiente. Nada de aquello le debería de resultar novedoso, salvo que la sensación de que no hubiese novedad en ello desde hacía tanto tiempo había empezado a incomodarlo soterradamente.



INFORME SOBRE UN DESIERTO

Ernesto Pérez Zúñiga

Hasta hoy no sabíamos si era un valle o una meseta y seguimos sin saberlo porque los testigos no han regresado todavía. Llegó una carta en donde alguno describía el lugar, pero ésta también se ha perdido entre los papeles viejos de la mesa.




_______________



Piel y río, por Juan Carlos Méndez Guédez

Atrapar el sol. Sobre Combates, de Ednodio Quintero, por Ernesto Pérez Zúñiga

El bien de quien nos hace mal, por Nicolás Melini

Leer más: reflexión desde Facebook, por Juan Carlos Chirinos