LaMancha#31, julio-agosto de 2010





Jon Bilbao
Pendiente arriba. Los vehículos aminoran la marcha cuando pasan a su lado. Deben verlo bien: un ciclista con una única pierna. Casco, maillot profesional, pantalones negros que discretamente ocultan el muñón, el cual concluye al final del muslo, poco antes de donde existió una rodilla. La pierna, atezada y robusta, recorrida por cuerdas de músculos y tendones, empuja el pedal con ritmo perseverante. El otro pedal gira en el aire.





Eduardo Jordá
Se está poniendo el sol. Esta noche no podré dormir. Vendrán mañana, al amanecer. Estoy seguro. Llegarán puntuales, y será la primera vez en su vida que hagan algo con puntualidad. Quizá también sea la última. Pero mañana serán puntuales. Cuando salga el sol tras las colinas, estarán aquí. Lo he podido ver en sus ojos antes de que se fueran esta tarde.
—Vendremos mañana, padre blanco –han dicho.
Y sé que vendrán. Por una vez, sé que cumplirán su palabra.





Pablo Martín Carbajal
La niña de la boca sucia corre hacia su madre, ésta se agacha, la recoge en un abrazo, la alza, la niña remira tímida al hombre enterrando una sonrisa llana entre los pechos grandes y mamados de la mujer que también sonríe, mostrando amplias minas escarbadas en sus encías. El hombre apunta a esa boca, a esos dientes raídos de interior oscuro como la cueva, la niña cubre de uñas sucias la boca de la madre, el hombre aguarda comprobando el enfoque de su cámara, la niña gira, el hombre gira, la mujer, afable, procura que la niña mire señalándole con el dedo a la cámara y cuchicheándole algo al oído, el hombre quiere el frente cándido de la niña con el perfil de la madre, con la textura rugosa y envejecida de su tez de treinta años; disparo.





Luis León Barreto
Me sucedió al desembarcar en la transparencia de la pequeña rada de Hydra, allí supe que el edén fue real. Pero la nublazón que el tiempo ha depositado en el alma dificulta contemplarlo.
Yo, Richard Koronios, he venido a buscar la memoria que nunca conocí.




FÁBULA

Nicolás Melini

Era una vez un país muy pobre muy pobre, en el que las familias solían ser lo más grandes que fuera posible, pues quiénes si no los hijos –y rara vez sobrevivían todos— podían cuidar a sus padres si estos llegaban a viejos. Pero ese país tan pobre tan pobre se convirtió, poco a poco y con mucho esfuerzo y no pocos golpes de suerte, primero en un país emergente, y luego en un país moderno, en una democracia avanzada de las que se encuentran entre las primeras economías del mundo; uno de esos países que son tan prósperos tan prósperos y tan ricos tan ricos… que la gente apenas puede permitirse tener algún hijo.




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Dogma, por Nicolás Melini

Frente al presente, por Juan Carlos Chirinos

Nadie, por Juan Carlos Méndez Guédez

La noche sucks, por Ernesto Pérez Zúñiga