SE SOLICITAN CON URGENCIA

Juan Carlos Méndez Guédez


A punto de jubilarse, el sagaz detective Isaac Bueno sintió un escalofrío cuando le encargaron el caso.

Hans Isbert, de oficio editor, apareció sepultado entre montañas de manuscritos que comprimieron sus huesos y pulmones. Con inmensos esfuerzos los médicos lograron salvarle la vida pero el hombre jamás pudo recuperar el habla para acusar a sus enemigos.

Isaac Bueno y su asistente Rubén Mantilla investigaron durante meses el caso. Una tarde Mantilla comentó eufórico un aviso que había descubierto en Internet: “Se solicitan con urgencia manuscritos de escritores geniales (editados o inéditos) para inminente lanzamiento internacional”. Luego aparecía la dirección de Isbert.

Mantilla supo que si investigaba quién había colgado ese aviso en Internet tendrían la respuesta al enigma. Isaac alzó los hombros: le dijo que el nombre era siempre la parte menos interesante de un crimen: habría sido la esposa, alguna amante, un editor rival, un autor resentido.

“Algún día nos ocuparemos de ello”, sentenció Isaac y se levantó de su escritorio y se marchó a la calle.

Salió a dar un melancólico paseo junto al río. Fumó innumerables cigarrillos. Pensó que era terrible que Isbert hubiese perdido el habla. “¿Habrá leído mi manuscrito?” pensó. “¿Qué le habrá parecido mi novela?”, susurró con desolación.

Llamó a Mantilla. Le advirtió que al día siguiente no iría a trabajar.

Esa noche al dormir soñó que vivía debajo de una montaña.

1 comentario:

Michelle Roche Rodríguez dijo...

Me encanta esta entrada. La coincidencia de que los dos nombres empiecen por "I" le otorgó, para mí, un valor adicional.
Michi