UNA MOLESTIA PEQUEÑA

El lector
Bernhard Schlink
Anagrama, 2007
203 p.|7 €|ISBN 9788433966667
Traducción de Joan Parra Contreras

A pesar de que una piedrecita se me había colado en los zapatos, lo busqué con avidez en varias librerías de Madrid, porque me lo habían recomendado con efusión. Lo comencé a leer con los ojos muy abiertos, olvidándome de las incomodidades de mis pies, ansioso porque sabía que me esperaba un tesoro al fondo de las páginas. «Estos libros de colores, baratos y pequeños de Anagrama siempre traen agradables sorpresas; así pasó con Dos damas muy serias, así con Música para camaleones, así con Pálido fuego». Así que reservé las largas pausas en cercanías y en metro para alimentarme de la carne de mi nueva presa. Un bocado exquisito de lectura sentado en la esquina más recóndita de un vagón es un placer que debería prolongarse indefinidamente.

A las pocas páginas adiviné eso. Una molestia pequeña, como la del zapato; nada de importancia, nada que interrumpiera mi voluntad y evitara que las páginas me ganaran para ellas. Las hojas suaves, el ejemplar pequeño, la letra nítida, la portada de kiwi: todo me seguiría llamando hacia el interior del libro.

Más tarde se encendieron las alarmas: al protagonista hacía varias páginas que no le pasaba nada relevante, es decir, hacía varias páginas (¿20, 30?) que las palabras daban vueltas y vueltas sobre la historia de un niño de 15 años que se enamora de una mujer mayor que al final sería bruta como un arado y culpable de todos los males, y me embargó esa incómoda sensación que ya he conocido en otros libros: sobraba como lector, porque los personajes estaban tan contentos con la vida «aliterante» que llevaban y no parecían necesitar de mí para existir. («Muy bien, con su Unamuno se lo coman», me quejé amargamente).

Y de pronto, la revelación final: ¡era oootra novela sobre el holocausto! Y comprendo qué es lo que me rechazaba, por qué no terminaba de entrar en el libro, que tantas alabanzas y lectores ha cosechado. Un libro que yo creí cercano al espíritu lector de un Firmin, de un William de Baskerville, de la biblioteca de Babel; en realidad era una excusa más para la puesta en escena de oootro meaculpa en torno a tan espantoso capítulo de la raza humana. Y mi espíritu de lector está cansado de que se regrese al holocausto una y otra vez, a la guerra civil española como temas únicos, comerciales y cansinos de lo que se escribe hoy en día. «¿Es que el holocausto de la Segunda Guerra Mundial y la guerra fratricida de los españoles es lo único trascendente que nos ha pasado a los humanos?», se queja mi voracidad libresca y siente cómo su estómago se congestiona.

Habrá que esperar a una nueva cacería. «En algún lugar, un buen libro va hacia ti desesperadamente», me susurra John Ashbery. jcch.