LA SUPURACIÓN DEL MEDIOCRE

Historia de un encargo: "La catira" de Camilo José Cela
Gustavo Guerrero
Anagrama, 2008.
|296 p.|19 euros|ISBN:9788433962744|

Hace años que esperaba, sin saberlo, un libro como éste. Porque siempre digo que Camilo José Cela es uno de los dos escritores que no leo ni leeré jamás, y la razón es el asco que me produce la sola mención de su nombre. Me rehúso a leer los libros de un ser tan miserable, a pesar de que supongo que no debe de tener mala pluma. En el libro del que quiero hablar, el autor explica ampliamente todo mi rechazo, mi desprecio y mi asco. Hace años que esperaba que alguien dijera con propiedad lo que ya muchos sabíamos: que Camilo José Cela no tuvo miramientos a la hora de agachar la cerviz para lamer la bota del militar que le diera de comer. En las páginas de este libro de Gustavo Guerrero, con el que se ha hecho con la trigésima sexta edición del Premio de Ensayo de la editorial Anagrama, se desvelan los entresijos de una historia cuasi legendaria en los corrillos literarios venezolanos y olvidada en los españoles: que el escritor gallego viajó a Venezuela -como parte de una política de acercamiento de la dictadura franquista hacia las dictaduras latinoamericanas- y allí los entusiasmos de las "cabezas pensantes" (es un decir) de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, lograron que por unos mitológicos 40 mil dólares le encargaran la escritura no de una, sino de un ciclo completo de novelas sobre Venezuela. Para tal fin, Cela viajó relampagueantemente por el país y, aperterchado de libros y diccionarios, se puso a escribir lo que él pensaba que sería un trabajo fácil y celebrado.
De estas maquinaciones que hicieron millonario al escritor nació La catira, única novela del ciclo venezolano, porque fue tal el escándalo que se armó en Venezuela por el fallido intento de Cela que las autoridades prefirieron que se quedara con la plata y dejara eso de ese tamaño. Tanto a Cela como a Laureano Vallenila Lanz, su valedor venezolano, les salió el tiro por la culata, ni más ni menos. Los lectores venezolanos no se tragaron el engaño y lo que iba a ser la apoteosis del ambicioso y trepador escritor, se convirtió en una historia que aún hoy se oculta como los cuentos más sórdidos de la familia. Lo que intentó ser valerosa respuesta a la contundente calidad literaria de Doña Bárbara, resultó flatulencia del envidioso, supuracion del mediocre, absceso del que carece de una bella voz.
Por fortuna, Gustavo Guerrero ha escrito este muy entretenido libro, riguroso y ágil, que no deja de lado el suspense a la hora de hacer relación de los acontecimienos (lo leí en tres gozosas horas), para que nunca olvidemos que los escritores son capaces de todo, hasta de lamer las botas más abyectas y analfabetas, con tal de que se hable de ellos y de su obra. Ha sido así siempre, ocurre ahora (también en Venezuela, no cabe duda) y siempre seguirá siendo así. Y eso no tiene nada que ver con la literatura. O sí. jcch.