UNA TENSA, IRREPETIBLE HERMOSURA

Vigilias
Anelio Rodríguez Concepción
Ediciones Idea, 2007
|70 p.|12 euros|ISBN:9788483821855|

Cuánto se muere en las noches sin sueño.
Respiración ahogada, pesadillas de la vigilia, desfile de antiguos rostros, sonoridad de la noche, latidos del corazón. Los ojos clavados en el techo de una madrugada que no acabará nunca.
En momentos así pienso en una maravillosa novela de Bryce Echenique: Reo de nocturnidad; un hombre atenazado por la desesperación y por la falta de sueño; un personaje de pupilas incendiadas que lograr recuperar el sosiego después de relatarle a un mujer la memoria inmediata de sus años pasados. Pienso también en el perfecto poema de Gerardo Diego: “Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes./ Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,/y tú, inocente, duermes bajo el cielo./ Tú por el sueño y por el mar las naves”. Y desde hace poco también pienso en este libro brillante e indispensable de Anelio Rodríguez Concepción: Vigilias.
El poeta y narrador canario nos entrega en esta ocasión un volumen recorrido por la idea unitaria del insomnio. Abre el volumen con un texto en el que se acepta la falta de sueño como una presencia insoslayable, en la que se admite su abrazo, su siniestra llegada, pero esa aceptación es precisamente la que permite que el horror insomne se convierta en palabra, en poemas impecables, lúcidos. “Como la noche venga al sesgo, sin aviso/ dispuesta a maniatarme,/ no hallará resistencia:/ me dejaré azuzar por este tedio lento, / me dejaré robar de arriba abajo”.
Comienza así un recorrido por las diversas estaciones de la noche, por todos esos tiempos, espacios, detalles, pensamientos sueltos de las madrugadas en blanco. Surge el dolor solitario: “y descubro que soy el perro escombro/ y la borrasca norte,/ y nadie viene a darme un vaso de agua...”, la conciencia y el encuentro con esas presencias fantasmales que aguardan esas horas para irrumpir: “queridas sombras/ danzantes en fila india/ ya saben de que va la historia/ también ustedes traen lluvia en el pelo”.
Del mismo modo, lentamente la conciencia que se expresa en estos poemas va renombrando la materialidad de la pérdida: los gallos que ya no se escuchan; los objetos de la infancia; la lluvia en casa de unos abuelos. Pero ese movimiento tenaz y desesperanzado del insomnio poco a poco va reconstruyendo dentro del pensamiento la corporeidad de lo extraviado; así al lamento desgarrado y a la perplejidad de algunos textos: “pero quién se llevó y adónde/ el terrible redoble de los gallos...”, o “En qué vientre de qué armario/ - caoba, naftalina, chaquetas agolpadas-/ yacerá aquel juguete de ruidosos resortes,/ un robot negro a pilas/ ...¿por dónde anda la sombra de mis trasgos/”, le sucede un reconstrucción interna de lo perdido, pues desde el dolor, desde su palabra, se logra atrapar la escurridiza realidad de lo que sólo yace en la memoria: “la lluvia de mis abuelos/...hoy/ no existe/ ya jamás/ sino aquí/ adentro”.
Y cierra el libro con un poema de una tensa, irrepetible hermosura. Texto dedicado a la figura del padre, a su ausencia, encarnada en la perdurabilidad de su olor en las almohadas, con lo que este poemario: emocionante, milimétricamente construido, transmuta en temblorosa belleza el fragor y el viaje fatigoso de esas noches absurdas. Y al cerrar sus páginas percibimos ese cansancio casi feliz, casi agradecido, de quien sabe que el sol reaparece, que al menos el silencio de la madrugada se acerca a su fin. jcmg

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Anelio Rodríguez Concepción es un secreto escritor grande, y acaba de publicar su primera novela, La abuela de caperucita, que está deliciosamente escrita.

Barrilosh

Anónimo dijo...

Leí este poemario hace ahora cosa de un año, y me pareció un libro extraordinario. Está escrito con una distante lucidez y un prodigio de técnica casi invisible, o visible sólo en su invisibilidad. Juan Carlos Méndez Guédez lo ha expresado con su habitual emotividad, tan acertado.