LAS SALVAJES MUCHACHAS DEL PARTIDO

Las salvajes muchachas del Partido
Lázaro Covadlo
Candaya, 2009
|432p.|20 euros|ISBN:9788493700705|

Subrayo la interesantísima estructura de esta novela, donde la vida y la ficción se fusionan con infrecuente facilidad. Cuando digo “vida” me refiero a las vidas de muchos hombres y mujeres que ejercieron o padecieron la historia del siglo XX. Cuando digo “ficción” me refiero a la invención multiplicada de esas mismas vidas sin que invención parezca.

Las vidas pasan por este libro con apariencia de personaje, pero la ficción los hace reales, como a ese “hombre que soltaba lastre” y que regala una máquina de fotografiar al narrador. Pero el narrador prefiere fotografiar el pasado, un pasado que quizás no existió pero que va a existir, y para eso no tiene otro remedio que utilizar la escritura.

Es el privilegio de la novela.

Precisamente, gracias a ella, podemos compartir un instante de Isaak Babel, camuflado de nombre en un tren y conversando con Baruj Kowenski, el protagonista de esta historia: un instante de la vida de Babel, asesinado por Stalin para convertirlo en imposible, y que justo la literatura de Covadlo devuelve a la posibilidad.

Por esta novela cruzan muchas de las claves de la historia de nuestro siglo en Europa y en América: la dialéctica entre la necesidad de intervenir en la historia y la propia intervención del destino: la acción de personajes históricos e inventados en la época de las revoluciones, de las guerras, de las liberaciones y decepciones posteriores. Y siempre la gran pregunta del sentido: su búsqueda, el cuestionamiento ante el espejo, la renuncia a encontrarlo sin dejar nunca de perseguirlo, sin abandonar la responsabilidad de que acaso no está muerto y que hay que mover el brazo, meter la mano a través de la telaraña, aferrarlo, traerlo a la vida, aunque nos encontremos, a cambio de nuestro esfuerzo, nada más que con un trozo de muñeca, la muñeca de un muñeco.

Estamos ante el recorrido por la vida probable de Baruj Kowenski, cuyos actos ficticios o reales tienen presentes consecuencias en un narrador, ficticio y real, que no deja de buscarlo hasta cuando sabe que ha muerto.

Rescate o invento, Covadlo narra su historia con maestría asombrosa, pasando del plano del narrador al plano del personaje, Baruj Kowenski, que cerca de morir bajo la nieve de la batalla, se pregunta por el momento en que cambió su destino equivocándose, sin hallar la consistencia de su decisión de abandonar un pasado en el que, en un paso más, en un triple salto mortal, el narrador nos sumerge.

Quizá porque, como se dice en esta novela: “Todos los ríos son diferentes, como las vidas humanas. Todos tienen mucho en común como las vidas humanas”.

No es frecuente encontrar una obra contemporánea de tanta calidad. Hay pasajes que impresionan, que conmueven, que capturan, que interrogan, que muestran lo que sin duda no fue si no fue como lo cuenta Covadlo. Con esta novela ha tenido la rara virtud de introducir una parte del universo, el que más nos corresponde como testigos y protagonistas de justamente nuestra historia, en unos pocos centenares de páginas. En este sentido, Las salvajes muchachas del partido son las hijas traviesas de la novela de Grossman, Vida y destino (sugiero que el lector compare la impresionante conversación entre Baruj Kowenski, preso, y Dzerzhinsky -el fundador de la Checa- con la que mantuvieron el nazi Liss y el preso revolucionario Mostovskói en el libro de Grossman).

A pesar de argumentos de tanta importancia, Lázaro Covadlo tiene en esta novela el don de hacernos descender desde la trama principal a la realidad cotidiana de cada uno. Hay novelas que conectan no sólo con el lector que la suerte les depara, también con la persona que está dentro de este lector.

Releeré a menudo el capítulo -que, por cierto, me recordó a cierto Sebald- titulado “Una lata de biscuits”, una maravilla literaria donde se encuentra el aleph de esta historia. El aleph, lo sé ahora, después de todo no era más que una caja de galletas, como la vida misma. La abrimos, la olemos -guarda el vacío de los años, su olor dulce y gastado- y sabemos: somos de la misma materia que la ficción. epz

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