SUEÑO DEL OCTAVO DÍA

Ernesto Pérez Zúñiga



El desgarramiento, arañar de uñas en direcciones contrarias, resultó feroz. La separación de la carne y del espíritu -para poder consumir sin inquietud la primera- se había ejecutado. Otra vez, era cierto, algo había salido mal. Como ocurrió tras la primera jornada. Casi enseguida se sucedieron las rebeliones. Tendría que conformarse con ser más de uno, alguno de ellos complementario, pero el mayor declaradamente opuesto. No le daría demasiada importancia. Extendió la mano sobre el mayor de los planetas y recibió la manicura de un cinturón de asteroides.

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