LA LUCIÉRNAGA

Juan Carlos Méndez Guédez



Vivía Guarico en lo más alto de las montañas, y un amanecer, desesperada por el frío, emprendió el camino hacia la cueva próxima al volcán donde vivía Maleiwa, el dios con cara de perro, el único ser que conocía el fuego y lo guardaba entre sus pies gigantes y llenos de barro.
Las versiones sobre este punto suelen discrepar. Pero en general, siempre se opta por decir que Guarico logró distraer a Maleiwa mostrándole sus pechos. De ese modo algo se paralizó dentro del dios, una centella golpeó sus huesos, un temblor subió entre sus piernas como un río de sangre y lava.
Guarico aprovechó la perplejidad de Maleiwa para arrancar de sus pies un tizón encendido y correr hasta sus montañas. Aquí de nuevo los relatos se amplían, se contradicen. Citemos tan sólo dos de las versiones más extendidas.
En la primera, Maleiwa logra alcanzar a Guarico y ella vuelve a distraerlo ofreciéndole el lujoso regalo de sus tetas erectas. Así, mientras Maleiwa bebe de esos pezones de aroma intenso como la madera, Guarico logra arrojar a lo alto de la montaña el tizón.
En la segunda, Maleiwa acepta su derrota, pero aguarda muchos días hasta que Guarico vuelve a bajar de la montaña y en venganza la muerde en la nuca hasta que logra desmayarla.
Las dos versiones coinciden en que a partir de ese momento Guarico se convirtió en luciérnaga.
La obviedad indicaría que en un primer caso la transformación sería un premio, en el segundo, un castigo.
No deja de ser curioso que para algunos dilucidar ese punto sería el interés principal de esta leyenda. Para otros lo fundamental consistiría en verificar que a partir de ese gesto las personas conocieron y pudieron disfrutar del fuego.
Y quizás todos se equivoquen.
Tal vez la única perplejidad posible de esta historia, reside en comprobar que de todo inmenso fuego, que de todo relato cargado de seducciones, engaños, y encuentros, sólo pervive, con suerte, la luz mínima, el punto casi invisible, de una luciérnaga perdida en la noche.

(Del libro en preparación: Bararida, manual de zoología romántica)

2 comentarios:

Ophir Alviárez dijo...

El final es tan sutil que asombra. Mientras leía me preguntaba qué giro daría la historia y la verdad es que el cierre superó cualquiera de mis expectativas y eso, eso se celebra.

Un saludo.

OA

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Ophir.



jcmg