UN RELATO SOBRE LOS HERMANOS GARRIDO O EL DONANTE COMPATIBLE

Juan Carlos Méndez Guédez

Cain and Abel (1901), Lord Leighton, P.R.A.


El doctor me señala con su dedo encorvado.

Mi hermano me mira: los ojos muy abiertos, resecos los labios, la barbilla un poco temblorosa. Al fondo mi padre: inmenso como una dormida ballena respira con dificultad.

—Podríamos operar hoy mismo —insiste el doctor y mi hermano me observa implorante, perplejo, esperando que yo rompa el silencio.

Treinta años atrás, la noche del terremoto, mi padre entró al cuarto desesperado. Nos despertó a gritos y al ver que la casa crujía tomó a mi hermano en sus brazos y se lanzó por la ventana de un segundo piso. Desde abajo, me pidió que yo también me tirase, que no esperara ni un segundo más, salta, hijo salta.

Unos segundos después cesó el terremoto. Mi padre con la frente rota, cojeando del pie derecho, entró al edificio para buscarme.

—Hoy mismo podríamos operar. Es urgente —insiste el doctor. Y yo sigo callado. Yo no sé pronunciar una palabra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

brutal de bueno
Barrilosh