UNA MANO SEGURA

Continental
David Hernández de la Fuente
Kailas, 2007
192 p.|16,90 €|ISBN:9788489624337

Continental, una baraja, un juego, un riego de rostros y significados sobre el tapete de la vida. Bastante parecida en efecto a una tela verde, atractiva, que acumula pequeños ácaros, quemaduras de cigarrillos casi invisibles pero detectables, migas de pan, manchas de vino. La vida. Una baraja, un juego. Pero, a pesar las tradiciones románticas que incorpora, los personajes de David Hernández de la Fuente no hurgan en el sentido de las cosas mirando la luna –en noches lúgubres- sino adivinando su reflejo en las lunas de los escaparates, iluminados como alucinaciones, que se proyectan al interior del inconsciente. Sus personajes sufren el azar de acontecimientos que nos tatúan definitivamente, y para explicar ese misterio sólo tienen un pobre papelito: el que le entrega a la salida de un metro un gran vidente africano que tiene pinta de muchacho que necesita trabajo. Las cartas de una baraja, el juego de vivir, guardan enigmas pequeños de destinos pequeños en los que nos vamos reconociendo. Novela de fragmentos en la que nos preguntamos si sus lectores no somos más que eso, fragmentos, reflejos en las puertas climatizadas de bancos, portales, bares del café.

Continental, esta baraja, está llena de claves existencialistas que fulguran en los días cotidianos de la ciudad, de evocaciones góticas transformadas en el tráfico posmoderno. Más que novela, conjunto de relatos ligados, donde el lector siente que su propia vida es un relato más de un juego frágil, que puede acabar dentro de un cubo de basura cerca del cual barre embutido en su mono de trabajo nuestro melancólico demiurgo. Vinilos viejos que nadie escucha. Agujas de tocadiscos que cosen el vacío. Tarjetas de visita que ya no usan los fantasmas. Promesas de magia en papelitos que acaban en la calle, impresos otra vez con las huellas de nuestros zapatos, sobre la acera. Cuando uno termina de usar esta baraja, cierra el libro conmovido, interrogado. Y vuelve a abrirlo, para acariciar el relieve de sus figuras pulidas. Cuando uno juega a este Continental, la literatura gana. epz.