MUERTE DEL VIEJO CAPITÁN

Ernesto Pérez Zúñiga




«Mi viejo capitán de las bajas horas,
Olvídate de mí, pero no olvides
Los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos,
Deja que suene la música. Y que pase otra vez.»
Ramiro Fonte

11 de octubre de 2008.
Anoche se murió Ramiro Fonte.
Ramiro ha muerto.
Ramiro ha muerto.
Ramiro ha muerto.
Cumplió medio siglo, un año y se ha muerto.
Ayer hablaba todavía con la voz de agua de la enfermedad. Iba en coche, regresaba del hospital, abrió la puerta y, en el jardín, ladraban los perros. Su voz de agua, su voz ya de hierbecita, advertía que venían los perros.
Un medio día que iba a ser verano yo caminaba en busca de mi amor que tomaba la suerte de las cervezas en una terraza. Caminaba entre la gente de la brújula rota pero todos con rumbo, ciento el tráfico, millar el ir y venir del humo, tan sucios los edificios con los neones brillantes. Mala hebra, mala suerte, las Parcas trabajaban. Ese día el enfermo Ramiro estaba contento; yo le narraba las décimas que había escrito para seguir a Beatriz. Y él me recitó algunas de las últimas que escribiera: algunas junto a la tumba de Antonio Machado, y otras que eran floraciones de jazz. Con la muerte en la garganta, Ramiro alegre recitaba. Lo conocí en un edificio color gris y al rato paseábamos por la noche del futuro, hermanándonos. Otra vez volvió al edificio con un traje que encendía los colores de la bondad. Le prometí en vano que iría a pasear con él a Lisboa. Pero ya siempre pasearé contigo por Lisboa. Ramiro, una vez me llamaste desde Barcelona para decirme que yo no estaba solo. Otro día me llamaste al aeropuerto de Roma y me dijiste que nos habíamos quedado solos. Anoche, no me llamaste y me he quedado solo. Viejo capitán, no olvido el pacto misterioso al que entre los dos llegamos. Dejo que suene la música. Y tu muerte ocurre otra vez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellísima tristeza. Bello texto que abraza a Ramiro, el capitán que se perdió en una calle de Lisboa.

Anónimo dijo...

Muy bello, en el día preciso.

Anónimo dijo...

qué tiste estás, Ramiro, entre esos árboles. También paseas entre las avenidas de Tokio.