BARARIDA

Juan Carlos Méndez Guédez



JIRAFA
A la mujer le gustan los documentales sobre animales.
La mujer vive sola y cada tarde mira y mira documentales sobre animales.
La mujer almuerza día a día espinacas y un bistec jugoso que devora mientras pasea por internet.
La mujer nunca recuerda a Llorente.
La mujer abre páginas de internet y contempla documentales sobre osos, cebras, tigres, monos, gorilas.
La mujer jamás piensa en Llorente, el jugador de voleibol al que ella abrazaba, al que ella lamía, al que ella paladeaba durante los amaneceres de tres años, dos meses, tres semanas, cuatro días y siete horas.
La mujer ya conoce las páginas que mejores materiales recogen sobre la vida animal.
La mujer admite que hay un documental que la apasiona. Le produce miedo; asco; temblores; pero no puede dejar de mirarlo.
La mujer encontró cualquier viernes un correo electrónico de disculpas. Ni una palabra, ni una nota en papel, ni una llamada. “Me voy a Madrid”, sentenciaban aquellas letras en la pantalla.
La mujer respira hondo y pincha el video: una jirafa avanza entre la llanura, parece algo ansiosa, con esa tensión de quien llega al trabajo con un poco de retraso.
La mujer contempla cómo baja la cámara y descubre a dos leones que inútilmente intentan detener a la jirafa con sus mordiscos. La jirafa continúa su marcha, sus largas piernas no se detienen.
La mujer activa la pausa. Va a la nevera y se sirve un vaso de limonada. Pone el play. Los leones saltan: ridículos, impotentes, como si fuesen roedores. La jirafa avanza veloz.
La mujer bebe la limonada. Pulsa la pausa otra vez. Va a la nevera y unta un pan con mantequilla. Cuando pincha el play uno de los leones toma impulso, parece calcular su salto. La jirafa se detiene en seco. El león cuelga de los testículos de la jirafa, se sostiene en ellos, hunde sus colmillos y logra que la jirafa incline sus patas.
La mujer se muerde las uñas. Pulsa la pausa, luego pulsa el play. El otro león salta y muerde en la misma zona. La jirafa chilla, intenta correr, debajo de ella cuelgan los dos leones, como frutos de un árbol, como arriesgados acróbatas.
La mujer se acomoda en la silla para mirar atentamente. La jirafa se detiene. Roza un árbol con su cuello y se deja caer sobre la tierra rodeada de una nube de polvo.
La mujer desconecta internet. Le caen dos gotas de sudor. Entrecierra los ojos.
La mujer acaricia sus muslos.

LA HORMIGA LAICA
Fue la más extraña de las hormigas. Conocía su destino, su oficio, su misterio entregado a la belleza.
Pero se negó a cumplir su tarea y decidió quedarse para siempre en lo más profundo del hormiguero.
Las otras, la de allí, la de allá, la de más lejos y la de más cerca, fueron ascendiendo en fila hacia la carretera para buscar la euforia de un terrón de azúcar, un codo de pan, un insecto moribundo, carnoso.
Cada tanto, cuando un jeep, una moto, un autobús pasaba a toda prisa por la carretera, las hormigas quedaban aplastadas contra el asfalto como un oscuro ideograma, como un denso signo que sólo podía leerse desde el cielo.
“Nadie vive allá arriba”, susurró la hormiga en lo más profundo de su cueva pensando en nubes, en cielos azules, temblorosos, llenos de viento.
“Somos la muerte que escribe un signo que nadie puede leer”.

LOS OLVIDOS DEL GORILA
Cuando despertó, el gorila del cuatro supo que sería complicado explicarle a la policía por qué había despertado en el salón con un cuchillo de mantequilla en la mano y con los cadáveres de toda su familia rodeándole en una inmovilidad febril, rojiza.
Luego pensó que sería difícil explicar por qué precisamente había utilizado ese cuchillo y cómo había podido causar una escabechina tan grande con una punta tan roma.
Prefirió dormir otro rato; le dolía la cabeza; tenía una punzante acidez de ron y cerveza; estaba harto de tener tan mala memoria.
Cuando volvió a despertar, el gorila del cuatro se encontró solitario en su apartamento. Supo que sería complicado explicarle a la policía que probablemente había asesinado la noche anterior a siete gorilas pero que ahora ninguno de los cadáveres permanecía a su lado.
Prefirió dormir una vez más. Le gustó cerrar los ojos; imaginó que untaba galletas con el sabor irrepetible de su familia.

EL SAPO Y LOS ESPEJOS
Odia el sapo los espejos.
Siempre al tropezar con uno se detiene aterrado, pétreo, como si fuese una piedra verde que intuye a lo lejos el recorrido de la lava que podrá consumirlo.
No se trata de un asunto estético; de un modo de la culpa o de una trampa de la memoria. Es tan sólo distracción. El sapo se paraliza al comprender que lo miran fijamente. Tarda instantes en reconocer la repetición de azogue que lo vigila.
Luego se da la vuelta. Se marcha airado y en cierto modo feliz. Piensa en la inutilidad de los espejos. “Siempre me asustan”, murmura, “siempre pienso que es uno de mis hijos que ha regresado para vengarse”.
Y se estremece; se pregunta que hará el día cuando mueva una de sus patas para retirarse, qué hará cuando el espejo no imite su gesto.

inéditos, del libro en preparación: Bararida (Manual de zoología romántica)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué feliz estarás.
Bien, Bararida¡¡¡y 2 a 6, 2 a 6¡¡¡¡
ABrazotes madrileños de un culé...

P.

Anónimo dijo...

Las jirafas son una tripa

Anónimo dijo...

Muchas felicidades por el Premio Ciudad de Barbastro de Novela, Juan Carlos.
N

J. L. Maldonado dijo...

Sonará trillado pero, felicidades por el premio. Te molesto por esta única vía que hasta ahora tengo para invitarte a mi programa Librería Sónica (libreriasonica.wordpress.com) el cual se transmite en Radio Caracas Radio 750AM los domingos a las 11:00AM. Obviamente y como estás en la madre patria, podemos grabar el programa vía "Skype" tal como hice con el escritor Gustavo Valle, ganador de la bienal de novela Adriano González León. Puedes escuchar los programas de archivo en archive.org, pinchas en AUDIO, y en BUSCAR colocas libreria sonica (sin tildes). El último programa emitido lo puedes oír en mi blog http://palabrasyescombros.blogspot.com
Por cierto y si estás interesado en hacer el programa, cómo haría para leer tu novela previamente, de esta manera puedo hablar con mayor fundamento sobre la misma. Puede ser en en .pdf si te parece. Confidencialidad garantizada.
Puedes escribir a libreriasonica@gmail.com

Anónimo dijo...

Felicitaciones desde Barquisimeto,hoy leì en El Nacional de tu premio.Sòlo te quiero decir que no he podido encontrar tus libros para comprarlos en Vzla.¿Porquè no te publican?El ùnico que leì fuè Arbol de Luna...me lo trajeron de España.Por el que ganaste el premio serà que lo podremos leer???.Mucha suerte,escribes demasiado bien!!!
Sandra B.

Anónimo dijo...

Cómo es posible que no podamos encontrar tus libros en Venezuela, Juan Carlos. Es muy soprendente.
Supongo que si vamos a las páginas web de las editoriales y los pedimos por correo nos los enviarán.
Un abrazo, amigo, y felicidades, felicidades, felicidades.

Anónimo dijo...

Hola a todos, muchas gracias por los buenos comentarios.
Sandra, en junio aparece un libro mío en Venezuela: LA BICICLETA DE BRUNO, que publicará Ediciones B.
Muy feliz por tus comentarios...dale un gran beso a Barquisimeto de mi parte...

JL Maldonado...mañana te escribo y nos ponemos de acuerdo.
ABrazos a todos y gracias por pasar por aquí...

Anónimo dijo...

Sandra, por cierto, el domingo 31 de mayo saldrá un fragmento de Tal Vez la Lluvia en EL IMPULSO...
Muchos abrazos.

jcmg