«ESTAMOS HAMBRIENTOS DE FANTASÍA»*: RECEPCIÓN E INFLUENCIA DE GARCÍA MÁRQUEZ EN ESPAÑA

Vega Sánchez Aparicio
Universidad de Salamanca

Lo nuevo nos seduce no por nuevo sino por distinto; y lo distinto es la negación, el cuchillo que parte en dos al tiempo: antes y ahora.
Octavio Paz, Los hijos del limo




Sin ánimo de comenzar con un fundamento exagerado, debemos sostener que Cien años de soledad (1967) modificó la situación de la literatura escrita en castellano. No es que la novelística hispanoamericana fuera una auténtica desconocida en los años previos a su publicación, ni tampoco que la narrativa española no contase con algunos ejemplos de “fantasmagorías” similares a las del autor colombiano, sino que, como han señalado críticos y especialistas a lo largo de las décadas, la publicación de la novela de García Márquez marcaría un antes y un después en el ámbito de la difusión y el estudio de la literatura en España. Y es que la novela de los Buendía, insertada en una fiel sucesión de publicaciones latinoamericanas en nuestro país, a partir de 1962, traspasó las fronteras literarias y devolvió, junto con sus compañeras de viaje La ciudad y los perros (1962) o La casa verde (1966), entre otras, el apetito al lector varado entre los restos del realismo social.

Como señala la cita de Díaz- Plaja que se ha sustraído para titular este texto, en la década de los sesenta el absentismo de los autores españoles caracterizaba las escasas manifestaciones literarias. La novela estaba estancada en una narrativa que no cuajaba ante un lector que pedía a gritos un cambio importante en el panorama literario español.

[…] los más de los historiadores de la literatura española contemporánea
explican que la gran influencia de la novela latinoamericana sobre la conciencia
del público lector español de los años sesenta se debió a que venía a romper con
el aburrimiento y la vulgaridad de la novela del “realismo”, la cual, por lo
demás, según se dice, estaba ya agotada y lista para ser arrumbada desde
principios de la década[1].
Ante esta situación, la narrativa latinoamericana del Boom viene a devolver el esplendor del que siglos atrás había gozado la literatura española. Por ello, no es excesivo aceptar como razonable la valoración de Carlos Fuentes al llamar a Cien años de soledad “el Quijote americano” cuando, a pesar de las publicaciones propias de autores españoles, ninguna obra anterior en lengua castellana había conseguido marcar otro hito en la historia de la novela hispánica. Por lo tanto, no es de extrañar que la obra de García Márquez sea vista como una continuidad a la novela de fabulación, a la novela que se proponía contar historias y que los autores españoles contemporáneos al Boom habían dejado desaparecer. Así lo afirma concretamente García Márquez al declararse en una deuda mayor con las novelas de caballerías de la tradición española que con otras obras posteriores, y así lo demuestran las aportaciones de la crítica de los años sesenta en la que se percibe cómo los autores españoles han continuado con el modelo de la literatura de posguerra hasta dejarlo en desuso[2]. Quizá sea relevante señalar aquí las palabras de José María Castellet en La hora del lector (1957) al afirmar que

[…] si a una temática determinada no le acompaña la técnica narrativa
correspondiente, la obra de arte como la novela o el poema, fracasarán por
inautenticidad estética. De ahí el error de muchos falsos escritores de nuestros
días que pretenden imitar el “aire del tiempo” para narrar argumentos anticuados
o pura y simplemente caducos, sin caer en la cuenta de que no hay técnica válida
sin vida auténtica que la anime[3].
Sin embargo, a pesar del nivel indiscutible de las obras de estos autores del Boom, el factor fundamental para agruparlos, y al que deben el epígrafe anglosajón, reside en el enorme apoyo logístico que llevaron a cabo las editoriales españolas. Desde el premio Biblioteca Breve hasta las reediciones de las novelas de García Márquez, los editores españoles encontraron en los autores latinoamericanos la renovación que necesitaba la literatura en castellano, algo que suprimía los “compartimentos estancos” a los que se había rendido la literatura en castellano, según apunta el editor Jorge Herralde[4]. Pero en el caso de García Márquez, como en el de otros de sus compañeros, la presencia de la publicidad[5] o el acercamiento a la literatura de best-seller no son factores negativos que desacrediten el valor y la calidad literaria de su obra. Muy al contrario, ya que, a pesar de las críticas suscitadas por la envidia, Cien años de soledad se presenta como el aire nuevo que necesitaba la literatura de mediados del siglo pasado.

Algunos críticos han señalado que el gusto por la narrativa latinoamericana tanto de lectores como de editores en la España de los sesenta, y la preferencia de estos autores ante la apolillada narrativa española, generó un conflicto para muchos vergonzoso y absurdo. Tras cuarenta años de la publicación de Cien años de soledad, las muestras que la convierten en una de las novelas más importantes del siglo XX en la literatura universal, las traducciones, amén de las continuas reediciones, el tiempo ha sabido responder a todos aquellos críticos que contemplaron con rencor el triunfo de los autores del Boom. El clima de celos que hacía correr la tinta por revistas como Informaciones llevó a posicionar a la crítica española en dos bandos donde la competencia emborronaba el sentido por antonomasia de la obra literaria. Pero estas novelas arrastraban la condena de la literatura de mercado, de la obra literaria como un producto únicamente valorado por el número de ventas que puede llegar a alcanzar, de este modo, no es ninguna sorpresa el efecto colérico de quienes veían ese “artículo en venta” como un artefacto contra su propia literatura.

Para Martínez Menchén, la novela hispanoamericana es una novela de consumo, a cuyos autores se refiere de forma paternalistas como “nuestros admirados hermanitos latinoamericanos”. […] La literatura española, según Goytisolo, en ese momento se hallaba demasiado limitada por la tradición y demasiado confusa en cuanto a la relación entre política y literatura y al propio papel del intelectual. Este magisterio o ejemplaridad de la literatura hispanoamericana para la española es lo que rechazan de pleno escritores como Martínez Menchén, que acusan a la crítica de dar trato de favor a los autores de ultramar […].[6]

Invadidos de rabia o no, la enfermiza discusión entre defensores y detractores de la literatura latinoamericana consigue volver a separarse del fin artístico que debe mover la obra literaria, pretende seguir los pasos de la esperpéntica pugna por el meridiano cultural. Sin embargo, como cabe entender, algunos autores destacan la pelea como una lucha irracional donde se pretende comparar dos literaturas completamente distintas.

Aún así, y contrariamente a la escasa lógica de la polémica, la literatura latinoamericana queda marcada por el equivocado juicio del realismo mágico. Si años atrás se tomó el barroquismo como un símbolo indiscutible de esta literatura, a raíz de la enorme influencia de Cien años de soledad, la narrativa de los autores latinoamericanos se verá perseguida por el rasgo que sí marca a la novela de García Márquez. Además, a partir de su lanzamiento, de la consolidación de la obra como un modelo de ventas, los imitadores del autor colombiano han hecho fortuna envenenando la identificación de la literatura hispanoamericana como una muestra indiscutible de realismo mágico, cuando la situación dista enormemente de ese sintagma. Ni toda la literatura en Latinoamérica es realismo mágico ni las obras que siguieron el modelo que marcó García Márquez se convirtieron en libros de cabecera, aunque, eso sí, las ventas los llevaron al mero valor como productos[7].

Sin embargo, la importancia de un estilo “fantasmagórico”, como decíamos al comienzo de este texto, sí repercutió en el impulso de autores como Álvaro Cunqueiro, acusado en los años cincuenta como “anacrónico sin futuro”[8]. El propio autor gallego en una entrevista realizada en 1981 afirma:

P.- […] E que hai unha pregunta que sempre lle quixen facer: eu non sei…, cando
empecei a ler un pouco as súas obras, dinme de conta de que había certos
procedementos –precisamente o dualismo realidade/ imaxinación- que está presente
na narrativa hispanoamericana, non en Borges únicamente, senón en Sábato, en
García Márquez…, en calquera.
C. – Xa, xa…
P.- E…, claro, eu despois lin
que había moitos autores tamén que o decían, correctamente Sanz Villanueva
apunta ese feito…
C.- Ben, pero eu escribín antes ca eles.[9]
Además la crítica señala la innovación narrativa de novelas como Tiempo de silencio (1962) que, tras el éxito de la novela de García Márquez y del Boom latinoamericano, se vieron favorecidas por los lectores y, asimismo, por las editoriales. De este modo se comprueba cómo la obra de García Márquez, además de estallar las alarmas del ambiente literario, de congregar al público más variopinto ante sus páginas o de acercar la realidad latinoamericana y la situación de las políticas bananeras, facilita el impulso de novelas más complejas y renovadoras. Así, cabe apuntar la publicación muy significativa de San Camilo 1936 (1969), de un autor, como Camilo José Cela, comprometido, en sus obras anteriores, con la vertiente realista o, unos años más tarde, de El cuarto de atrás (1978) de Carmen Martín Gaite, autora del llamado realismo social.

De este modo, podemos comprobar a lo largo de este texto cómo, a pesar de las actitudes desafiantes ante la narrativa del Boom, ante la propia Cien años de soledad, que pretendían tacharla de novela lúdica, para pasar “un buen rato divertido”[10], ingenua, o artífice de una mafia literaria “resultado de una alianza político- comercial”[11], la obra de García Márquez consigue no pasar desapercibida por el panorama literario español. La historia de la familia condenada remueve las entrañas de la novela tradicional, de la narrativa estancada y sin ánimos de sobrevivir, para convertirse en una de las novelas más reconocidas y más influyentes en una sociedad española que veía la posibilidad de una democracia y, con ella, de un cambio.

*Cita extraída de Guillermo Díaz-Plaja: “Del infrarrealismo a la fantasía”, La letra y el instante: anotaciones a la actualidad cultural 1961- 1963, Madrid, Editora Nacional, 1967, p. 24.



Bibliografía seleccionada:
Behiels, Lieve: “La presencia de la literatura española versus hispanoamericana en los manuales de español lengua extranjera”, en Joaquín Marco (Ed.): Actas XXIX Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Barcelona, PPU, 1994, tomo III, pp. 77- 104.
Blesa, Túa (ed.): Quinientos años de soledad. Actas del congreso “Gabriel García Márquez”, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1997.
Díaz- Plaja, Guillermo: La letra y el instante: anotaciones a la actualidad cultural 1961- 1963, Madrid, Editora Nacional, 1967.
Donoso, José: Historia personal del “boom”, Madrid, Alfaguara, 1998.
Fernández, Teodosio: “Narrativa hispanoamericana del fin de siglo. Propuesta para la configuración de un proceso”, Cuadernos hispanoamericanos, Nº 604, Octubre 2000, pp. 6- 13.
García Márquez, Gabriel: Cien años de soledad, Madrid, Cátedra, 1984.
Gras Miravet, Dunia: “Entrevista con Jorge Herralde”, Cuadernos hispanoamericanos, Nº 604, Octubre 2000, pp. 30-42.
Marco, Joaquín y Gracia, Jordi (Ed.): La invasión de los bárbaros, Barcelona, Edhasa, 2004.
Martínez Cachero, José Mª: Historia de la novela española entre 1936 y 1975, Madrid, Castalia, 1973
Mérida, Rafael M.: “La difusión de la literatura hispanoamericana en España: datos para otra recepción”, en Joaquín Marco (Ed.): Actas XXIX Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Barcelona, PPU, 1994, tomo III, pp. 429- 437.
Morán Fraga, César: “Entrevista con Álvaro Cunqueiro”, Homenaxe a Álvaro Cuqueiro, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1982.
Zuluaga Osorio, Conrado: Puerta abierta a García Márquez, Barcelona, Casiopea, 2001.

Notas
[1] Carlos Blaco Aguinaga: “Para un estudio de la recepción de la narrativa del ‘Boom’ en España”, Quinientos años de soledad. Actas del congreso “Gabriel García Márquez”, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1997, p. 26.
[2] Sería conveniente revisar el capítulo “Cansancio y renovación (1962- 2969)” perteneciente a la obra de José María Martínez Cachero, Historia de la novela española entre 1936 y 1975, Madrid, Castalia, 1973, pp. 224- 259.
[3] José María Castellet: La hora del lector, Barcelona, Península, 2001, p. 70.
[4] En Dunia Gras Miravet: “Entrevista con Jorge Herralde”, Cuadernos hispanoamericanos, Nº 604, Octubre 2000, pp. 30-42.
[5] Veo pertinente señalar la aportación de Conrado Zuluaga Osorio en cuanto a la construcción de una maqueta de Macondo en la FNAC de Madrid y la propaganda del autor en los autobuses urbanos de la capital de España (Conrado Zuluaga Osorio, “Todo el mundo lee a García Márquez”, en Puerta abierta a García Márquez, Barcelona, Casiopea, 2001, p. 142).
[6] Dunia Gras Miravet y Pablo Sánchez López: “La consagración de la vanguardia (1967- 1973)” en La invasión de los bárbaros, Barcelona, Edhasa, 2004, pp. 138- 139.
[7] Nos referimos evidentemente a obras como La casa de los espíritus (1982) o Como agua para chocolate (1992), de Isabel Allende y Laura Esquivel, respectivamente.
[8] En José María Martínez Cachero, Ibíd., p. 227.
[9] César Morán Fraga: “Entrevista con Álvaro Cunqueiro”, en Homenaxe a Álvaro Cuqueiro, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1982, p. 181.
[10] Me remito, en este caso, a las palabras de Manuel García Viñó en La novela española desde 1939, Madrid, Libertarias/ Prodhufi, 1994, p. 15.
[11] José Blanco Amor: “El final del Boom. Terrorismo literario en América Latina”, La invasión de los bárbaros, Barcelona, Edhasa, 2004, p. 1016.

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente artículo. Más, por favor...