SIN TÍTULO

Nicolás Melini



Supongo que soy un suicida que se ha propuesto llegar a viejo.

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Escucho una serie de “voces” que aseguran que ahora vamos a entrar en la “Era Ecológica”. El siglo XXI, al contrario que el XX, será el de la ecología. Y la verdad es que lo pienso y no dudo que pudiera ser así, pero por interés económico. No por verdadero interés por la ecología, sino por negocio. Somos incapaces de tomarnos en serio que estamos destruyendo el planeta; de hecho, no creo que alcancemos a creernos de verdad que nuestra vida en el planeta llegue, algún día, a su fin. Es como nuestra propia muerte: vivimos sabiendo que vamos a morir pero como si no fuéramos a morir nunca. Pero lo de la era ecológica podría resultar acertado –ecológica y económicamente pertinente—. Ahora podría tocar que nos azucemos con que hay que cuidar el medio ambiente, para que así tengamos un buen motivo de consumo. Tal vez toque ser rehenes de eso, que se nos planifique la vida (y los cuartos) según los programas eco-financieros de la nueva era. La ecología pasará al primer plano de la política. Todo deberá ser sostenible. Nos convertiremos en unos puritanos del reciclaje, la biodiversidad, el ecosistema y las energías limpias; adquiriremos toda la tecnología ecológica que nos ofrezcan para nuestros hogares, ansiaremos vivir en la nueva vivienda ecológica (los que no puedan permitírsela, adaptarán la suya a la eco-modernidad) y será más grave un error político-ecológico que un error político-económico (cuando no serán lo mismo). En las elecciones, la ecología será el primer o segundo punto del programa, por delante del terrorismo, la sanidad o la educación, porque además, se considerará todo lo anti-ecológico como un acto terrorista, un gravísimo problema educacional y un delito contra la salud pública. Y, por supuesto, las instituciones destinarán la mayor parte de nuestro dinero a programas relacionados con la eco-economía (palabreja, por cierto, que podríamos ir simplificando con un término de nuevo cuño: “la eco”, lo ecológico y lo económico como un mismo todo, significando “sacar partido de nuestra casa –también en el sentido de patrimonio— sin destruirla”: la eco porque una palabra forma eco con la otra produciendo un significado más amplio). Ya puedo imaginar nuestras ciudades con árboles plantados en todos los tejados y azoteas. Bueno, esa no es una imagen muy difícil de imaginar, ya hemos visto las maquetas de algunos proyectos, incluso Olímpicos, y existe hasta una fábrica de coches –¡una fábrica de coches!— sostenible, con árboles en el tejado.
Pero, a pesar de todos los esfuerzos de esta “nueva” y ecológica humanidad, ¿conseguirá el ser humano detener la destrucción del planeta?
Qué tensión, qué suspense.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante tu comentario, amigo Melini... Pero yo soy de los que piensan que tu pregunta final sobra, en el sentido de que el planeta ha de destruirse, antes o después... Toda tu exposición muy interesante, pero la pregunta muy tremebunda y fuera de órbita. ¿Por qué no ha de destruirse el planeta? ¿por qué arden hectáreas de bosque y el fuego arrasa con esfuerzos acumulados generación tras generación con cada uno de sus enseres dentro? ¿no todo lo nacido va camino de la destrucción? ¿Qué hay de raro en ello? U otra apuesta: tal vez seamos nosotros los que necesite el planeta que desaparezcamos y la "eco" una más que tontaina manipulación capitalizada (como bien dejas entrever) en favor de la resistencia a desaparecer, directa a la pose de la no-desaparición... ¿por qué desaparecen cientos de especies cada día? ¿por qué no nosotros? ¿por qué es beneficioso fabricar bolsitas de plástico para pagar salarios y luego de usadas depositarlas en un contenedor que al menos aquí en Canarias van a dar al mismo lugar como el río de la copla de Manrique?... Ya sé que todo el mundo me considera un troll cada vez que intervengo en cualquier blog, a ello ya estoy acostumbrado... Espero que al menos tú me entiendas por dónde van mis tiros, aunque más que ordenado y repensado sea el mío un texto más que espontáneo... Siempre preferiré la ecografía antes que cualquier otra "eco". Lo que tú argumentas es cierto y certero. Más quee nada por eso lo digo, porque participo de tu burla. Una ecografía es lo único que impedirá las pequeñas muertes, desapariciones de antemano, un pequeño remedio capaz de remediar algunos días más de vida. Pero la "eco" en faovr de salvar el planeta jajaja, que lo salven los autónomos y los salariados: ¡qué risa causa el eco del siglo XXI! ¡Destruyámoslo todo, destrúyámonos ya! Sin nosotros otros vivirán, aunque sólo sean cuacarachas y ratas, por qué no. Entre las primeras seguro que aparecerá un nuevo Gregorio Samsa. Tal vez, tal vez, sea la única forma de que se reproduzca de nuevo en nuestro ansiado futuro por la supervivencia catastróficamente ecológica.
AJP

Anónimo dijo...

Antonio, poeta, un abrazo.
Nicolás