DIARIO PÓSTUMO

Ernesto Pérez Zúñiga

imagen tomada de Orient Express


Primer día. Si se puede considerar el tiempo.

No logré conocerla. En la recepción del hotel le dejé una nota que no decía gran cosa: que por sus ojos, que por su cuerpo, que por la inocencia de su rostro. El alcohol me facilitó escribir el texto y el valor para dar las instrucciones al botones. Después, tomé el taxi que me llevó a la estación. Subí al tren a las once menos cinco de la noche. Encontré mi compartimento, individual, con cama y con lavabo. Vomité en el lavabo. Intenté dormir. El tren ya estaba en marcha. Tuve pesadillas. Las farolas pasaban dando fogonazos por la ventana. Sentía vértigo. En duermevela. Rugía irregular el duro trabajo del tren sobre los raíles viejos. Tuve otra vez ansias de vomitar. Volví al lavabo. Al terminar, me percaté de que no estaba solo. Sobre la cama estaba tu cadáver, tenso y frío, igual que la noche del día en que te suicidaste, hace ya tres años. Supongo que grité mientras el corazón colapsaba.

Me extraña estar muerto. Me extraña seguirte amando. Me extraña y me duele no haberte encontrado entre ninguna de las sombras. Este dolor y esa ausencia, seguro, son el infierno, ya duradero y depurado, sin que la vida me distraiga.

1 comentario:

Francisco León dijo...

Querido Ernesto, no sé ya si te acuerdas de mí. Nos conocimos en Sicilia, los días en que se inauguró el Instituto Cervantes de Palermo, en la Bucchería. Yo era el canario alto y delgado, Francisco León, que viajó con Alejandro Krawietz. Recuerdo haber tomado juntos unas copas. Después de mi estancia en Sicilia, mientras todos regresaban a sus países, yo decidí marchar solo adelante. Di con mis huesos en Atenas y de allí, ese verano, me interné por las maravillas continentales e insulares de Grecia. La estancia griega me deparó, luego, una novela, «Carta para una señorita griega», que no sé si concoes. En fin, me alegra leerte y saber de ti. Sigo escribiendo poemas y cuentos, claro, por si te interesa algo par a La Mancha. Saludos.