EL COCODRILO SUEÑA CON LA POESÍA DEL SIGLO XIX

Juan Carlos Méndez Guédez



El cocodrilo suele soñar que una pulga camina por su hocico y que al llegar cerca de sus ojos le recita los cuatro primeros versos de la Silva a la agricultura de la zona tórrida.
Cuando el psicoanalista escucha este reiterado sueño, mira hacia el techo y mientras suspira realiza un gesto para que el cocodrilo continúe su relato.
Luego se despiden, quedan en reunirse de nuevo en un par de días.
El cocodrilo camina hasta el caño de un río y allí devora niños, venados, cachorros de búfalo, anacondas, garzas. Luego reposa ahíto, satisfecho bajo el cielo del mediodía. El agua sigue su curso: imparable, tapizada por el color del vino.

El psicoanalista aguarda el día en que el cocodrilo comprenda que todo ese despliegue de ferocidad y fuerza oculta en realidad sus verdaderos deseos: dormir junto a la pulga, amar cada centímetro de su cuerpo, enredarse con sus texturas en tardes de besos, lamidos, jadeos, y así yacer junto a ella, bebiendo un Ribera, paladeando versos plagados de frutas. Porque “es todo tan bello, tan bello”, musitará para luego esconderla dentro de su hocico, lleno de amor, lleno de colmillos.

Del libro en preparación: Bararida (manual de zoología romántica)

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué bueno
dije natural