ZOOLOOGÍA

(on Balza’s mood)

Juan Carlos Chirinos



I.
—Está muriendo —le confirmaron—. Cayó del otro planeta y está muriendo.
Entonces es cierto, pensó, he llegado trescientos mil años tarde. ¡Pero si estos bichos tardaban tanto en sucumbir!

II.
El teléfono sonó a eso de las tres y media de la madrugada. Y estuvo repicando varios minutos. Se trataba de uno de esos antiguos artefactos que poseen una campanilla que es golpeada insistentemente cuando avisa de una llamada entrante. Su misión podría estar relacionada con este irritante sonido: le advirtieron de que llevara sus protectores auriculares, pues aún no sabían de qué tipo de vida se trataba.
Descolgó el teléfono mientras terminaba de soñar, y escuchó la voz del general mezclada con los gemidos de la chica que, en su sueño, trataba de enseñarle a cantar las notas re-fa sostenido a capella. Cosa que, visto el dolor de cabeza con que se despertaba, resultó inútil: «re-fa#, re-fa#, re-fa#» le repicaban las orejas.
Véngase, doctor, hemos encontrado uno, roncó el general. Parece urgente y el Consejo ha considerado fundamental su presencia, es usted el único que nos puede ayudar ahora a mantenerlo con vida. ¿Estuvo esta tarde en la lluvia de sombras de oro? Traiga sus datos, y sus carpetas de caimito, también la computadora y sus previsiones para las próximas setenta y dos horas; no creo que vuelva a casa en mucho tiempo. Avise a sus familiares, por favor. Pero siga el procedimiento de costumbre.
Cuando caminaba hacia el bulto tendido en medio del desierto, recordó lo que el general le había pedido y se maldijo por no poner atención. Ya estaba listo para ofrecer todo tipo de excusas cuando el gruñido del general lo detuvo, casi llorando:
—Demasiado tarde, doctor. Está muriendo.

III.
Los chinos supieron desde siempre que existía, pero mantuvieron esa información oculta a sus colegas. Inventaron el folklore para despistar y, como en los cuentos en los que la respuesta al enigma está a la vista de todos desde la primera línea, incluyeron en cada aspecto de sus tradiciones los detalles más conspicuos, los que llamarían la atención hasta a los científicos más tontos. Por eso el general lamentó el retraso con una frase que el doctor no entendió del todo, pero que reflejaba una pena que no era sentimental sino castrense:
—Los girasoles aman el sol, ¿pero qué hacen de noche, doctor?
Echado en la arena fría del desierto nocturno, el animal mitológico bufó por última vez y quedó inerte, rodeado por hombres tristes vestidos de astronauta, y que aún no comprendían cómo las escamas de un dragón podían emitir semejantes sonidos.
El doctor se apoyó en su lomo y encendió un cigarrillo.
Trató de cantar bajito. re-fa.
Pero no pudo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este cuento fantástico me recuerda a la película "El quinto elemento". La ilustración del dragón es preciosa. Gracias, Juan Carlos, por tus cuentos y tus imágenes.
Alejandra

Ophir Alviárez dijo...

"Trató de cantar bajito re fa, pero no pudo" Ojalá los dragones cantaran en sostenido...Oh sí...

Abrazos,

OA

hatoros dijo...

LOS SONIDOS DE LAS ESCAMAS DE CUALQUIER DRAGÓN QUE SE PRECIE QUERIDO MAESTRO, TODOS SABEN LO QUE SIGNIFICAN:
VENDRÁN MILLONES DE DRAGONES PARA COMERSE A LOS POLÍTICOS Y A LOS BANQUEROS Y A TODOS LOS QUE VENDEN ARMAS Y A LA POLICÍA Y A LOS MILITARES Y A CUALQUIER CURA DE CUALQUIER RELIGIÓN.
LUEGO CHIRINOES EL FAMOSO SABIO, DICEN QUE DIJO QUE UNA VEZ COMIDOS, REPARTÍAN LAS PERTENENCIAS DE ESTOS MALIGNOS ELEMENTOS MALIGNOS Y POR ELLO DOS GENERACIONES POSTERIORES VIVIRÍAN SIN TRABAJAR Y EN LA MÁS COMPLETA FELICIDAD.
GRACIAS MI QUERIDO MAESTRO Y UN ABRAZO.