LEJOS

Juan Carlos Méndez Guédez



Escribir: estar lejos para poder acercarte.

*

Vivíamos lejos.
Esa fue siempre la sensación.
Lejos.
Y los viajes por esas carreteras llenas de curvas nos aproximaban a la familia; a aquella ciudad de bajos edificios, a ese sol vivo, punzante.
Barquisimeto era el remoto lugar de las vacaciones, de los fines de semana, de las fiestas familiares con el olor del humo, los hervidos, las cervezas hundidas en un tobo helado, las conversaciones prolongadas con mis primas.
Desde ese entonces, mi afecto conoce, explora y promueve la distancias. La lejanía es la forma de que exista la plenitud de un regreso.

*

El chico dice: “Mi padre me dejaba encendida la luz toda la noche.”
“Mi padre era la luz”, le contesta Robert de Niro.
Sólo escucho de pasada ese diálogo en una película que dan en la tele y permanezco un rato llorando. De Niro es capaz de hacernos sentir por unos segundos que la vida que no tuvimos también nos pertenece.

*

Pocos minutos después de tomar estas notas leo Ronda nocturna, de Mijaíl Kuráyev. “Siento una mortal adoración por las noches blancas”, dice en su escueto y lírico inicio. El resto de la novela me genera una impresión confusa. Un personaje sólido, muy bien construido. Un policía siniestro que se nos muestra en su más íntima humanidad, alelado por el canto de los ruiseñores, y disertando sobre el placer de comer un cierto tipo de pescado con un buen sorbo de cerveza. Pero cada tanto me tropiezo con inmensas descripciones de ciudades y edificios, entonces me extravío entre paredes, ventanas, techos. Recuerdo el consejo que Borges recibió de su padre: si no entiendes un fragmento, o no te gusta, o no lo soportas, sáltatelo sin culpa ninguna. Lo vengo desarrollando desde hace varios años, mucho antes incluso de leer que Borges se saltaba trozos de libros. Ahora mismo mis ojos brincan páginas hasta que vislumbran que esa mirada que detiene la novela se borra y deja paso de nuevo al personaje.
Al cerrar el libro sólo retengo como un fogonazo ese inicio de la nieve.

2 comentarios:

Ophir Alviárez dijo...

Parecen fotos los fragmentos. Un pestañeo y la distancia se cierne sobre mí, otro y las lágrimas se inventan en un rostro; uno más y el placer por el libro y sus vericuetos hace gala...

Cuánta delicadeza hay en tus letras.

Ophir

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Ophir, por tus palabaras y por visitarnos. Abrazos.

JCMG