EL COMIENZO DE LOS COMIENZOS

La hija del capitán en:

Narraciones completas
Alexsandr Sergeevich Pushkin
Alba, 2003.
|560 p.|30 €|ISBN:8489846669|
Traducción de Amaya Lacasa
Versión de los fragmentos en verso de Clara Janés

A los grandes maestros hay que leerlos otra vez, siempre. Porque la lectura que hacemos hoy no será igual que la del año que viene ni se parece a la que recordamos de hace diez años. Yo tenía una imagen respetuosa, pero lejana, de la prosa de Pushkin; no se trataba de mi autor favorito y no recordaba una especial conmoción al leerlo: pero volví sobre La hija del capitán y me descubrí con alegría llorando en no pocos pasajes, y subrayando frases con la aviesa intención de plagiarlas o, al menos, utilizarlas como epígrafes.
Esta novela me ha conmmovido e impresionado; y no comprendo cómo pude estar tanto tiempo engañado: los que fundan territorios literarios no son ingenuos descubridores sino poderosas cabezas que razonan: "¿Qué podría decir de nuestros escritores que, considerando una vulgaridad expresar con sencillez las cosas más simples, pretenden animar una prosa infantil con muchas palabras y blandas metáforas? Nunca dicen "amistad" sin añadir "este sagrado sentimiento, cuya noble llama", etc. ¿Suponen acaso que suena mejor por ser más largo? La precisión y la brevedad son las cualidades más importantes de la prosa. Exige ideas y más ideas...". No son palabras que haya que leer a la ligera, ni mucho menos: es una lección de escritura en toda regla, en la mejor tradición del Lévi-Strauss de Tristes trópicos.
EL mundo rural y levantisco que dibuja Pushkin; la fineza con que crea melodrama usando como excusa a Catalina la Grande; el certero trazo de los personajes chuscos o entrañables: todo eso forma parte de la búsqueda de un autor en la sencillez de la palabra que dice, y dice mucho porque está plagada de ideas. La ingenuidad de su prosa es en realidad la experiencia centenaria de la literatura oral: ¿Cómo olvidar, pues, que Pushkin es el "comienzo de los comienzos" como dijo Gorki, y que Gogol, Tolstói, Dostoievsky, Dumas y todos nosotros le debemos mucho de lo que disfrutamos hoy?
Quizá haya que agradecerle al sultán de Turquía por haber regalado un negro etíope a Pedro el Grande, pues de ese exquisito personaje desciende el escritor ruso, mulato y afrancesado, atormentado y muerto en un duelo cuando defendía su honor de las ligerezas de su mujer.jcch.